AMLO, igual que su reforma eléctrica, no es invencible

Carlos Álvarez Acevedo @CarlosAlvarezMX


Los integrantes de la mayoría legislativa en San Lázaro se mostraron como unos marrulleros y merolicos. Todo ese show que montaron, parecía un mal circo, un mal espectáculo que duró muchas horas. Los de Morena iban hasta disfrazados con uniformes de la CFE, una empresa, que, por cierto, nunca ha sido de "clase mundial", como reza su eslogan. Al contrario, la paraestatal, ahora al mando de Manuel Bartlett, brinda un mal servicio a los mexicanos y cobra los recibos de la luz en exceso. Y si estoy diciendo mentiras, que cada uno desde su hogar o negocio me desmienta. 


Los de la 4T se llenan la boca con la palabra "pueblo", abusando y retorciendo su significado. Porque para ellos no es parte del pueblo el microempresario o la jefa de familia que con su propuesta de reforma eléctrica iba a pagar más por la luz, que aparte de que se generaría de forma sucia y contaminante, cada día hubiera sido más cara. 


A los de Morena rápido se les olvidó cuando fueron oposición. Ya no luchan por los intereses de la sociedad en general. Es que como dicen en mi tierra: ya comen con manteca, ya no tienen hambre. Ni de justicia, ni de luchar a favor de los derechos humanos. Los oradores de la 4T utilizaron la retórica populista de siempre, usando la palabra "traición", como cualquier vil bravucón usa una navaja. La quisieron poner en el cuello de sus homólogos en la oposición. Nomás que los traidores son ellos: no le cambiaron ni una coma a la propuesta de AMLO. Estoy seguro que ni la leyeron. Lacayos, obedecen sin pensar.


Al contrario, los de la oposición utilizaron argumentos técnicos y jurídicos, a lo que los de Morena respondieron con violencia verbal. Los diputados oficialistas se veían cansados, con poco ánimo, parecía que estaban en un funeral al que los envió su máximo lider, pero esta vez para velar por su reforma eléctrica. Es que se mal acostumbraron a las victorias. A ser una aplanadora política, electoral, gubernamental y legislativa. Pero en tan solo tres años todo eso cambió. Como pésimos administradores que son, dilapidaron la fortuna de capital político que les entregó la ciudadanía en el 2018. 


De un fracaso de tal magnitud, como el que ayer ocurrió, va a ser difícil que se recuperen. Porque no saben perder. Dejaron claro que son malos competidores. Después de la estrepitosa derrota, el presidente López Obrador tuvo que conformarse con una victoria pírrica: mandó la reforma a la Ley Minera para nacionalizar el litio. Eso sí va a pasar. Pero nomás que el tabasqueño no engañe a los mexicanos, porque desde la Constitución Política de 1917 quedó establecido que se reserva para la Nación el dominio directo de los minerales, con la finalidad de lograr su explotación racional y de asegurar un reparto equitativo de la riqueza pública.


Y ya que estamos rememorando fechas, que sepa el mandatario nacional que es el primer titular del Poder Ejecutivo Federal al que, también desde el 17 del Siglo pasado, no se le aprobó una reforma constitucional. De ser el presidente más poderoso de la historia, cayó vertiginosamente en un tobogán que sólo va en dirección hacia abajo. Y de seguir así las cosas en el Congreso de la Unión, y para que el presidente nos entienda, le vamos a hablar en términos beisbolisticos: este, el de la fallida reforma eléctrica o Ley Bartlett, es el primer strike. Dos más y está ponchado.


Con esta parálisis legislativa que previsiblemente se avecina, tampoco pasará la reforma electoral con la que pretende asesinar al INE. Pero ninguna otra reforma constitucional enviada por el tabasqueño va a ser aprobada, porque ayer la oposición por fin se convirtió en un verdadero contrapeso al poder casi ilimitado de López Obrador. Ni regalando embajadas , el tabasqueño logró que los legisladores opositores traicionaran a sus electores. Bueno, solo un Judas Iscariote campechano, que ni llamarlo por su nombre merece. 


Y esto es loable, porque AMLO logró algo que no calculó: que haya unidad fuera de la esfera de cristal de la mal llamada cuarta transformación. Intentó dividir a la oposición, pero le salió el tiro por la culata y acabó uniéndola. Seguramente, a partir de ahora, vendrán unos embates presidenciales cada vez más radicales y virulentos. La batalla contra la autocracia seguirá. Sin embargo, ahora se sabe que López Obrador, al igual que su reforma eléctrica, no son invencibles.



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