AMLO, como López Portillo, candidato único presidencial

Carlos Álvarez Acevedo @CarlosAlvarezMX

Más allá de su retórica populista, Andrés Manuel López Obrador es un priista que se disfrazó de izquierdista para llegar al poder por la ruta de eternizarse en la oposición, es decir, de la victimización. Nadie le pidió una consulta de revocación de mandato, pero él se la inventó. Como en los tiempos en que el PRI ejercía una dictadura perfecta, el tabasqueño se llevó el “carro completo”, arrasando con casi el 91 por ciento de los votos a favor de que se quedara en el cargo de presidente de la República.

Sí, es que el resultado se sintió como cuando José López Portillo fue el candidato único para el periodo presidencial de 1976 a 1982. Tiempo después de haber “triunfado” en las urnas, el propio priista dijo en una entrevista, que "con que su mamá hubiera salido a votar por él, habría ganado la elección". El resultado final para JOLOPO fue, desde luego, apabullante, ya que el PRI acumuló más de 16.4 millones de votos, que equivalían a un aplastante 91.9 por ciento de los sufragios.

Pasaron 46 años, para que el domingo 10 de abril del 2022, Andrés Manuel gozará el dulce sabor de las mieles de ser el candidato único de una boleta electoral. Empalagado, pero también sumamente acomplejado, el tabasqueño comparó, en un video, su triunfo en la consulta de revocación de mandato, con los votos que él mismo obtuvo en la elección del 2006. Un ‘lapsus brutus’ hizo que aceptara, por fin, que en dicho proceso -en el que acusó fraude y bloqueó la avenida Reforma- obtuvo 14 millones 756 mil 350 votos, equivalentes al 35.31 por ciento de los sufragios totales emitidos, apenas .58 por ciento menos que el panista Felipe Calderón Hinojosa. 

Antes, a Mario Delgado Carrillo, presidente nacional de Morena, se le botaron y desorbitaron los ojos haciendo cuentas alegres, indicando que si el INE hubiera instalado todas las casillas, y no sólo una de cada 3, el presidente López Obrador habría obtenido 45 millones de votos. Obviamente, el líder del partido oficial nunca va a reconocer que la consulta de revocación de mandato fue un fracaso para su movimiento político.

Y aunque intentaron tenderle una emboscada al INE, el órgano constitucional autónomo sacó adelante el proceso, ello a pesar de todos los obstáculos que el régimen quiso ponerle, como, por ejemplo, que el vanidoso capricho del tabasqueño le costó a los mexicanos mil 503 millones de pesos, que se podrían haber utilizado en cuestiones más urgentes, como mitigar el desabasto de medicamentos en el sector de la salud pública, otro de los desastres de la mala administración de López Obrador.

Los diputados de la llamada “4T” no le asignaron los recursos extras al INE en el Presupuesto de Egresos de la Federación. Tampoco la SHCP les quiso dar el dinero que hubiera servido para que los de Morena no tuvieran pretextos para justificarse ante la apabullante cifra que significa que 8 de cada 10 mexicanos no les interesara ir a votar por el tabasqueño, es decir, 75.8 millones de personas que no sufragaron en la consulta, ello si consideramos que el listado nominal contempla un universo de 92.8 millones de votantes.

Porque enderezando -que no torciendo- la ilógica de Morena, esta consulta constató que aunque el voto duro de la “4T” es de alrededor de 15 millones de votos, la realidad es que AMLO ya no pudo convocar a los 30 millones 100 mil electores que sufragaron por él el 1 de julio del 2018. Eso a pesar de que 17 gobernadores, miles de alcaldes, centenares de diputados, y otros tantos funcionarios de los tres niveles de gobierno, utilizaron recursos públicos y el aparato del Estado para promover y movilizar personas -acarrear, pues-, para que su jefe político ganara en la consulta contra sí mismo.

Y como era previsible -además que el ejercicio no fue vinculante, porque para ello se necesitaban al menos 37 millones de votos-, la mayor cantidad de sufragios de la consulta se dieron en estados más pobres del país, donde Morena y sus gobiernos utilizan los programas sociales como moneda de cambio -y de chantaje-, para coaccionar a los electores más necesitados.

Pero, en cambio, en los estados que son polos de desarrollo, donde la población goza de un mejor nivel de vida, hubo un alto nivel de abstencionismo, es decir, que el llamado a no sufragar sí funcionó y que los miembros de la “aspiracionista” clase media le están demostrando al tabasqueño que le cobrarán caro sus insultos y ataques contra ellos, a pesar de que en el 2018 lo ayudaron a llegar al poder.

López Obrador continuará en el cargo de titular del Poder Ejecutivo Federal, pero a partir de este lunes 11 de abril del 2022, le quedan exactamente 2 años, 5 meses y 18 días para que se largue a la Chingada, su rancho. Veremos si en su desesperación de saber que él no estará en las boletas de la elección del 2024, y de que sus candidatos no levantan, no le viene un antojo autoritario de querer reelegirse o de extender su mandato. 

Al fin y al cabo el modelo de la revocación se lo copió a sus amigos de Venezuela y de Bolivia: a Hugo y a Evo. Todos sabemos cómo termina esa historia. Y es que para pasar del lema de “el pueblo pone y el pueblo quita”, al de “no me vengan con ese cuento de que la ley es la ley”, nomás hay un paso. Y si no les gusta o no les parece, a ver quién en la oposición resiste un “leal” embate de las Fuerzas Armadas “del bienestar”.

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