Si Leticia Ramírez no sirve en la SEP, que le hablen al cubano Baldor

Carlos Álvarez Acevedo @CarlosAlvarezMX


No dudo que Leticia Ramírez Amaya sea una buena persona. Y si no fuera por la cantidad de quejas que hay en su contra, hasta podría haber creído que fue eficiente en el encargo que ostentó hasta la fecha: directora de Atención Ciudadana de la Presidencia de la República. El problema no es ese. El asunto es si está lo suficientemente capacitada para ser titular de una de las instituciones más importantes del Gobierno de México: nada más y nada menos que la Secretaría de Educación Pública Federal.


Desde 1905, la SEP -bajo otro nombre entonces- incide de forma directa en la etapa definitoria de la vida de los cientos de millones de mexicanos que pasaron por las aulas, al menos, en la etapa básica de la escolaridad. "La cultura engendra progreso y sin ella no cabe exigir de los pueblos ninguna conducta moral”, señaló, en su momento, José Vasconcelos, el primer titular de dicha Secretaría, con las siglas como las conocemos ahora.


Insisto, no basta con ser buena persona, para ser titular de la SEP. Si fuera así, cualquiera con cara de bonachón que caminara frente al número 28 de la calle de Argentina, en la colonia Centro Histórico, de la alcaldía Cuauhtémoc, de la Ciudad de México -donde está ubicada la sede de dicha Secretaría-, podría ser el encargado de la Educación Pública Federal. 


Tampoco basta ser un burócrata eficiente. Porque si fuera así, pondrían una tómbola entre los más de un millón 600 mil trabajadores que se estima tiene el Gobierno Federal mexicano, para que con el método de insaculación -la acción de extraer de una bolsa, una esfera o una urna nombres o números al azar para realizar un sorteo-, elijan a quien esté frente de la SEP. Al fin y al cabo a los de Morena les encanta eso, así lo hicieron desde el 2014 para elegir a sus candidatas a diputados a los diversos congresos locales y de la Unión. Basta con ver los resultados de dicho ejercicio democrático: legisladores dormilones y violadores.


Tampoco basta que la nueva titular de la Secretaría de Educación Pública Federal haya sido profesora e impartido clases por 12 años. El haber arrastrado el gis por el pizarrón no te califica para ser la responsable de la SEP. El mejor ejemplo es el más reciente: el de Delfina Gómez, que, a pesar de que contaba con la absoluta confianza del presidente de la República -mucha cosa-, sólo profundizó los rezagos en materia educativa que ya arrastraba el país. 


La “maestra” -un lindo mote que también ostenta la lideresa sindical Elba Esther Gordillo- se concentró desde el 16 de febrero del 2021 -fecha en la que comenzó el encargo de titular de la SEP Federal-, en promoverse a costa del erario, no importándole derrumbar todo el sistema educativo, dejando subejercicios, eliminando programas esenciales y afectando a los estudiantes mexicanos, a los que dejó sin alternativas en la educación pública.


Los grandes logros de Delfina fueron que México lidere, en la actualidad, los peores números de deserción escolar en América Latina. Se estima que, en promedio, durante los últimos dos ciclos, más de tres mil 500 alumnos mexicanos de preescolar, educación básica y bachillerato abandonaron diariamente las aulas, lo que representa un estimado de 1.4 millones de estudiantes que dejaron sus estudios.


Además, la “maestra” desmanteló la estructura educativa, con la desaparición de las más de 25 mil Escuelas de Tiempo Completo. Lo que afectó a tres millones de mujeres, de las cuales el 80 por ciento son madres solteras. Además, Delfina le apretó el pescuezo a la SEP con los excesivos ajustes presupuestales “franciscanos”, ya que durante el primer periodo del presente año, se registró una redistribución de recursos que afectó el programa de educación especial, al que le recortaron más de 430 millones de pesos.


En serio, lo mejor que hizo Delfina al frente de la Secretaría fue hacerse a un lado para irse por segunda vez a la campaña electoral por la gubernatura del EDOMEX, un año antes de lo permitido por la ley. Sí, la SEP Federal sólo le sirvió a la ex alcaldesa de Texcoco para dar soporte a sus aspiraciones políticas. Espero que esta vez no haya bolseado a los empleados de dicha institución, como lo hizo en el Ayuntamiento de Texcoco, cuando a 500 trabajadores les retuvo el 10 por ciento de su sueldo, para beneficiar a una corriente de su partido, cuyo lema es “la esperanza de México”.


Pero tampoco es que los titulares de la Secretaría de Educación Pública Federal en la era de dominio de Morena sean peores que algunos de antes. Después de tener a gigantes como Justo Sierra Méndez, José María Pino Suárez, José Vasconcelos Calderón, Narciso Bassols García, Jaime Torres Bodet, Porfirio Muñoz Ledo, y, Jesús Reyes Heroles, ya durante el sexenio de de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), comenzó la decadencia, cuando el ahora “innombrable” puso en el cargo a Manuel Bartlett Díaz o a Ernesto Zedillo Ponce de León, su “tapado” tras el magnicidio de Luis Donaldo Colosio.


Pero la vergüenza máxima llegó en 1995, cuando Fausto Alzati Araiza fue obligado a renunciar al cargo de secretario de Educación Pública Federal, después de que se descubrió que no tenía el grado académico de doctor que aseguraba tener y que no obtuvo sino hasta 1997. Luego le siguió Josefina Vázquez Mota, cuyo paso por la SEP, durante el Gobierno de Felipe Calderón, generó “pérdidas” multimillonarias al erario, mismas que superaron los 2 mil 300 millones de pesos de entonces, la mayor parte por el fraude del programa Enciclomedia (con contratos irregulares que favorecieron a amigos de los funcionarios, robos masivos de equipos computacionales, uso de facturas apócrifas, pagos injustificados y excesivos, además de asesorías multimillonarias). 


Ya ni hablar de los titulares de la SEP Federal que hubo durante el sexenio de Peña Nieto: Emilio Chuayffet Chemor o Aurelio Nuño Mayer, al que una niña corrigió en público, con la viral frase: “no se dice 'ler', se dice 'leer'". Todo este recuento histórico lo hice con el afán de demostrar que la política educativa nacional está en detrimento con las malas decisiones presidenciales de las últimas décadas. Pero ahora se agrava con el nombramiento de una persona que sólo está en dicho cargo por ser una leal subordinada de López Obrador. Por nada más, ni por nada menos. Aritmética simple. Ahora, que si Leticia Ramírez Amaya no sirve, que le hablen a un matemático cubano, uno así como Aurelio Baldor (el del ‘Álgebra’).

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