De Salvador Allende a Bin Laden: hipocresía y souvenirs del 11-S

"Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón", Jorge Luis Borges.

En 1973, hace 45 años, Salvador Allende murió en un golpe de estado perpetuado por la derecha, encabezada por el dictador Pinochet, ayudado por Estados Unidos.

Hace 17 años, el mismo fatídico 11 de septiembre, pero de 2001, los miembros de Al Qaeda, encabezados por Osama Bin Laden, protagonizaron actos terroristas en contra del corazón militar y financiero de los Estados Unidos, que paradójicamente, habían sido apoyados por ellos mismos años atrás, a través de su Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés).

En el caso del primero, de nada sirvió, ni ha servido, la indignación internacional que produjo los hechos. Año con año escribimos sendos mensajes recordando a Allende, reproducimos sus videos, vida, obra y pensamientos, pero a los cuantos días se nos olvidan otra vez.

Con toda la supuesta indignación internacional, Pinochet encabezó una dictadura que duró 13 largos años. Nunca recibió castigo alguno, aunque murió siendo procesado por las graves y diversas violaciones a los derechos humanos cometidas en el período denominado como Régimen Militar.

Miembros de dicho régimen instaurado tras el golpe de Estado -que gobernó a Chile entre 1973 y 1990-, detuvieron e hicieron desaparecer a más de mil 200 opositores, muchos de las cuales fueron incinerados, lanzados al mar o al cráter de volcanes.

Investigaciones oficiales determinaron que más de tres mil personas fueron asesinadas o fusiladas durante los casi 17 años de régimen militar y que otras 30 mil fueron prisioneros políticos, víctimas de tortura o exiliados.

Pero como el tiempo cura todas las heridas, todos estos hechos se reducen a un acto central de la conmemoración, el cual miles de personas realizan cada 11 de septiembre en el Memorial de los Detenidos Desaparecidos bajo la dictadura de Pinochet, convocada por la Asamblea Nacional de Derechos Humanos.

La sociedad chilena ya no es la misma, y renovada por otros intereses, aquellos que no vivieron ni padecieron la dictadura, no la “lloran”, algo así como lo que pasa en México cada 2 de octubre desde 1968.

La tragedia de La Casa de la Moneda -el 11 de septiembre del socialismo- sirve para que miles de velas, retratos impresos de Salvador Allende, videos, discos, libros de su vida y obra, se pongan a la venta. "Banderitas" de Chile, cientos de souvenirs, miles de arreglos florales, y un gran negocio para los comerciantes ambulantes.

Y en Estados Unidos igual, los presidentes en turno dicen "estar de luto". Barack Obama promulgó tres días de “rezo y recuerdo” nacional, y todo se redujo a vestir de negro, a dar discursos pomposos, llenos de tristeza y nostalgia, y más en época electoral.

A Trump este año, la conmemoración ni siquiera le valió un tuit. Sí un retuit a su vocero Dan Scavino Jr. con una foto del mandatario promulgando el "Patriot Day 2018".

Recordando que a George W. Bush le alcanzó la tragedia para reelegirse ante una nación que estaba confundida y que se unió para defender “el sueño americano”, que se veía seriamente amenazado por el terrorismo malévolo e internacional (no el que práctica Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, sino el de los demás).

La tragedia de Nueva York, el 11 de septiembre del capitalismo, sirve también para imponer políticas restrictivas contra la libertad individual y colectiva. Funciona para justificar la opresión y el abuso que sufren los presos de los centros ilegales de detención que existen alrededor del mundo (véase Guantánamo).

Hace 5 años, por ejemplo, cuando faltaban tan sólo 24 horas para la conmemoración, la máquina mediática del sistema internacional se inventó la muerte del considerado "número dos" de la red terrorista Al Qaeda en la Península Arábiga, el saudí Said al Shahri.

A celebrar con el ojo por ojo y el diente por diente, tal como lo hicieron cuando mataron a Osama Bin Laden. Los gringos salieron a festejar como si su equipo favorito de béisbol, fútbol o básquetbol hubiera ganado un campeonato. Gritaban eufóricos la muerte de un ser humano. Habían saciado un poco, nada más, su inagotable sed de venganza.

Hoy, en los lugares donde sucedieron los hechos: las Torres Gemelas y en el Pentágono -a las afueras de Washington y donde impactó uno de los aviones secuestrados por los terroristas-, se congregarán miles de familiares y amigos de las víctimas inocentes de aquellos terribles atentados. Pero también se congregarán los curiosos, los turistas del dolor.

Irán a comprar souvenirs para llevarlos a casa, ciegos ante la desinformación y la ira colectiva, que alimenta el gran negocio de recordar el dolor ajeno. Todo ante la verdadera tragedia que significa el olvido... pues no son negocio los días que no marcan el calendario como un 11 de septiembre.

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